Cuando creía que no tendría nada para escribir hoy, pasa esto...
Tan pronto subió al bus la miré y no dejé de contemplar ese cuerpo. Yo estaba destinado esta noche a tenerla cerca a mí, pasara lo que pasara. Y así fue. Se paró a mi lado y no tuve más lugar a donde ver que hacia ella. Ay Dios... ella tenía la forma de una botella de Coca-Cola... pero de 2 litros y medio.
Lo cierto es que esta niña era biiiiiiiiien gordita. Y yo, un pasajero más que va sentado y cómodo en una de las sillas del lado del pasillo, no decidí darle el puesto. Desafortunadamente, esto tuvo que pagarse caro.
Efectivamente la niña quedó a mi lado y no hubo poder divino, ni chofer subiendo más pasajeros, que la hicieran "correrse pal` centro porque atrás está vacío". Inició su inconciente tortura apoyando las Michelín sobre mi hombro. Por más que me acomodaba, simulaba un hipo y hasta fingía tener un tic nervioso, ese conjunto de masas seguía acomodado allí. Fue en ese momento cuando un hedor a humano laborioso y agotado se empezó a apoderar del ambiente y súbitamente mi compañero de silla abrió la ventana para que entrara frío y puro smog. Pues a estas alturas, lo que venga.
20 minutos más tarde mi hombro seguía siendo absorbido por el ombligo de la niña de las masas, mientras que luchaba por mantener mi cabeza fuera de la zona de succión. Yo pensaba que esto ya era el fin, que me perdería en un hoyo negro sin haber conocido el espacio , sin haber visto a Pastor López en concierto y sin saber si las monitas de Madagascar que llevaba a la casa estaban repetidas.
Y de repente, todo volvió a ser luz. El peso de la muerte desapareció y tuve las fuerzas necesarias para voltear a ver para donde se desplazaba la causante del eclipse en el bus. Era de suponerse que sus masas iban a empezar a actuar más atrás sobre otro mortal que, por su avanzada edad, tal vez no sobreviviría.
Por medio de un lenguaje de señas intenté comunicarle al señor que se ofreciera a llevarle la barriguita antes que la cartera. Creo que para ese entonces ya era muy tarde.
jajaja... a mí un día me pasó con un señor que tenía un olor nauseabundo, la gente no aguantaba el hedor, mucho menos yo, que estaba al lado... no sé si es que el señor era europeo o estaba en la campaña en pro del racionamiento de agua. En esos momentos, y más cuando se empezó a llenar el bus, es cuando deseo tener carro.